Dr. José María Ballarín

Médico Psiquiatra y Psicoterapeuta

976 08 08 80

Paseo Pamplona. Nº19 - Pral.

ZARAGOZA

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Recientemente vengo viendo, leyendo y oyendo muchas noticias, quejas y reflexiones acerca de la violencia que padecen médicos, enfermeras y otros trabajadores sanitarios por parte de los asegurados.  Nadie puede negar la razón que les asiste y la solidaridad que se merecen, lo intolerable del tema y que debe hallársele una solución.

Sin embargo, y ante el sesgo que está tomando el asunto, me siento invadido por la sorpresa y la alarma.
Sorpresa por lo que me parece un enfoque bastante superficial el que se está dando a un tema tan grave como de interés público..
Alarma porque todo lo que he oído de momento, como sugerencia útil o solución,  parece recaer sobre los pacientes y amenaza con endurecer aún más el deficiente trato a los mismos (más medidas de seguridad, persecución de conductas, penas mayores……, sin mayor análisis de causas.

Manifestado, con claridad, mi absoluto acuerdo inicial con las quejas expresadas, tómese lo que aporto, a lo que oigo, tan sólo como un punto de vista diferente  o complementario y no contrario. Y tengamos en cuenta que me refiero exclusivamente a la Asistencia Primaria y a los Servicios de Urgencia. Hospitalización y Servicios Complementarios son harina de otro costal; un tema diferente y para otro día.
Recapitularemos, en bastardilla, algunos de los argumentos y frases más oídos, para  emplearlos como entrada de reflexión.

Se dice que:  las agresiones a los médicos y enfermeras llevan camino de convertirse en un fenómeno que mina la salud de los profesionales y deteriora la calidad de la asistencia. Como alternativa al argumento, la salud de los profesionales y la calidad de la asistencia estarían ya, muy, muy deterioradas antes de la aparición de este fenómeno, que no vendría   a ser  sino una voz de alarma,  tan tardía como inevitable, por parte de algunos que no poseen ya más paciencia, y que han reclamado anterior y reiteradamente por los medios  adecuados y a  su alcance, sin obtener el menor eco ni solución, salvo el consabido…….
También que: muchos incidentes nunca se denuncian……insultos,  amenazas,  intimidaciones. Patadas,  puñetazos, ataques, constituyen la modalidad más prevalente de violencia en el trabajo.…Tan cierto como que deberían denunciarse sin excepción;   y quizás no se hace por la comprensión implícita de los profesionales en el alto grado de razón que asiste al asegurado en su protesta (no en su conducta), aunque nunca se le reconozca en su momento. ¿Qué otra causa podría haber para no denunciar hechos delictivos y punibles cuando se den de forma gratuita y sean verdaderamente inmotivados?

Sobre las causas desencadenantes se habla de: el tiempo de espera prolongado (57,8%)….las discrepancias en bajas laborales (14,9%)…la negativa del médico a prescribir fármacos demandados por el paciente (10,3%)….

No parecen causas caprichosas ni aleatorias, sino en todo caso comprensibles y discutibles, merecedoras de búsqueda de soluciones generales o globales. No parecen causas para pasar por encima de ellas sin más reflexión y acción. Y si al “tiempo de espera prolongado” lo denominamos “tiempos de espera ya insufribles” y reparamos en que constituye casi el 60% de las motivaciones detectadas, nos encontraríamos ante un tema tan razonable como indeclinable de solucionar.

Además leemos: No deja de sorprender que la incidencia que se registra en las Islas Baleares sea, además de escandalosa , unas seis veces superior a la de Murcia… ¡600%!   Esta observación me parece tan interesante e inteligente,  como para  pensar en lo irrenunciable de una averiguación de fondo, tan completa como veraz de en que medida es diferente en Murcia la asistencia y en que medida lo es el carácter o educación de los murcianos. Hablo en serio.

Otra manifestación: Así pues, los centros sanitarios no son lugares pacíficos. Los pacientes proyectan sus frustraciones en los facultativos y se quejan del trato que reciben.  Es así en ocasiones y sin embargo la generalización me parece muy peligrosa, muy equivocada. Hay algunas personas que tienen esta actitud  de entrada, pero hemos aprendido a reconocerlas y, aún ellas, siguen necesitando algún tipo de atención adecuada, incluido el señalamiento. Pero tomar este fenómeno como sustantivo o relacionarlo con la falta de paz de las salas de espera,  donde verdaderamente “el aire se corta con cuchillo” por otros motivos, me parece una osadía o un descuido analítico.
También leído: Algunas escenas son tan habituales que ya son arquetipos: el individuo  que exige una solución inmediata a su problema…..el adolescente que ingresa en urgencias con signos de intoxicación aguda tras un accidente o pelea y que se muestra agresivo sin que medie ninguna provocación.   Escenas muy diferentes entre sí que no nos permiten obviar dos preguntas totalmente inocentes.
A la primera, ¿Entra ya el asegurado en esa actitud inexplicable,  prepotente,  irrespetuosa,  desigualitaria  para sus pares que ya están en espera…o la adopta al cabo de una larga y frustrante anécdota que no conduce a soluciones?  En la observación atinada  de la banda, descrita en sus extremos,  hay una posible reflexión; fuera de ella: nada útil.

A la segunda: siempre se han atendido casos de ebriedad y otras intoxicaciones, prestando un servicio tan útil como necesario. ¿Están los actuales servicios de urgencia preparados para lo que siempre ha sido labor de la urgencia psiquiátrica?  ¿Tienen el tiempo necesario para enfrentar y solucionar adecuadamente estos casos? ¿Se puede distribuir bien lo general y lo claramente psiquiátrico? ¿Se ha parado alguien a pensar que en muchos de los países del entorno,  las Urgencias son una especialidad distinta, en vez de carga y cruz indeseables padecidas periódicamente, como les ocurre a nuestros profesionales?
Más leído:  Estas y otras circunstancias, convierten a médicos y enfermeras en el saco en que muchos ciudadanos ejercitan su matonismo tabernario o desahogan sus pulsiones pendencieras.  Otros elementos de la atmósfera asistencial en la que nos movemos influyen en la relación médico-paciente y la contaminan irremediablemente.

Nada que decir para los  casos puros de matonismo y pendenciosidad.  Saber que porcentaje verdadero alcanzan, combatirlos con obligatoria denuncia, por el bien de todos. En cuanto a la atmósfera….¿No será que  la relación médico-paciente lleva años contaminada en tal grado que ya no existe,  y que hoy día ni siquiera cuenta con tiempo (escenario) en el que representarse?  Piénsese que una u otra posibilidad, cambian de lugar causas y efectos.
Y también: En resumen,  de la colisión entre expectativas y realidad nace la frustración, y , de esta, casi nunca  sale nada de provecho. Como así ha sido,  y ello conduce a la pregunta inevitable:  ¿Son los ciudadanos ingenuos o alienados que reclaman cosas imposibles y desmesuradas,  de modo violento, enloquecido e ineducado?  ¿O, en su mayoría, han sido grave y reiterativamente frustrados en unas demandas de atención justas y necesarias, que constituyen un contrato previo y un derecho inalienable por el que nos pagan?

Y también: las agresiones inducen cambios en la forma de trabajar y propician estrategias defensivas que afectan a la productividad y a la calidad de la asistencia.

Desde luego; y además,  corremos el riesgo de que una estrategia simplemente defensiva, proviniente de la “foto fija” y no de la película completa, termine de separarar sin remedio, a dos colectivos sociales (médicos y pacientes),  ya tremendamente  distanciados.

Y se habla de: La incapacidad de la organización para garantizar la seguridad de sus empleados. En el terreno jurídico….

Pensemos muy bien si las medidas, claramente necesarias, van a ser aplicadas a los 300 usuarios  tan  intratables y punibles como nefastos (como en Gran Bretaña),  es decir menos del  1/100.000 de la población asegurada  (cifra no significativa en Medicina)  o si vamos a irrumpir sin reflexión, como elefante en cristalería, con medidas represivas y sin análisis de causas, contra un colectivo social tan variado como ninguno, tan digno como el que más en su 99%;   es decir: como todos.

Otra frase: Ni que decir tiene que nada exime al facultativo ni a la enfermera de comportarse con profesionalidad y respeto…..Es la primera alusión que la actual tesis-protesta  (que respetamos y mayoritariamente compartimos)  hace a la responsabilidad del colectivo médico. Sin dudar, en principio,  de la profesionalidad, examinemos el tema del respeto, pues hay muchas más formas de faltar al mismo que el maltrato verbal o físico:  indiferencia,  frialdad sistemática,  silencio,  no sabe no contesta,  estar muy ocupado, ningunear o minimizar, aplazar o diferir, buenas palabras vacías de contenido, echar balones fuera, derivar al paciente innecesariamente para ganar tiempo que él pierde, pruebas también innecesarias que nos lo quitan de delante y nos dan un respiro…. Y mil etc., que todos, con franqueza, conocemos. Y no se diga ahora que “carecemos de tiempo”, porque eso si que es la causa y motivo del dislate;  pero no es al paciente a quien podemos culpar ni menos usar el argumento para taparle la boca. Hablaremos de ello en el resumen final.

Las jornadas demasiado prolongadas y la sobrecarga asistencial causan fatiga…….

Desde luego, como acabamos de reconocer:  y aquí empezamos a tocar fondo. Solo que ¿A quien debe ir dirigida esta queja fundamental?  Todos sabemos a quién y todos sabemos que, de ningún modo al asegurado.

Mejorar la capacidad de los médicos para informar con corrección de forma adecuada…No servirá de nada si la asistencia es deficiente o reprobable y puede ser recibido por los pacientes como la cortés y empalagosa burla a que nos somete Telefónica.

A veces los problemas si son difíciles – y este lo es – se quedan aparcados en una vía muerta y se cronifican. Sinceramente, todos los médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios, sabemos bien que esto ya es así desde hace mucho tiempo: en vía muerta y cronificado hasta la podredumbre. El argumento llega tarde, aunque no es baldío,  pues siempre se puede empeorar.

Ninguna de estas opciones es aceptable: ni los médicos pueden tolerar que la violencia se convierta en una parte del salario, ni la mayoría de los usuarios pueden aceptar que unos pocos perjudiquen el rendimiento de servicios básicos, como si de una fatalidad se tratase. Estando absolutamente de acuerdo con esta manifestación, la aprovechamos para señalar que, lo último que deberíamos hacer, es caer en la simpleza de enfrentarnos Médicos y Asegurados en Santa Cruzada para ambas partes………….., quizás deberíamos dejar de cargar contra el cliente,  destapar  la caja de Pandora,  y empezar a tener en cuenta elementos impopulares y políticamente incorrectos,  como que:

1) Ha sido  el Insalud y la política de sus altos gestores, los que han ido degradando sistemáticamente la asistencia durante los últimos 25 años. Vemos como, ya desde hace tiempo, este bendito Insalud   ha conseguido producir un enfrentamiento constante entre médicos y pacientes,  entre personal sanitario y personal asegurado. Y, de paso se lava las manos y se llama a andana, mientras los ciegos de dos sectores se pelean entre sí como hinchas de fútbol o como si pertenecieran sectariamente a dos religiones o partidos políticos enemigos. Ciegos ambos de rabia y frustración,  no coligen que su enemigo común es un  tercero y que nunca les dará media hora médico-paciente   

(ver en la red: PLATAFORMA DIEZ MINUTOS)  porque esto, que sería lo mejor y lo más barato,  desbarataría “la productividad”; y sobre todo, porque una alianza médicos- pacientes, es vivida como tremendamente peligrosa,  pues terminaría con cargos,  prebendas,  negocietes,  recomendaciones,  influencias,  etc, etc. y esa clase política en la que ya no cree ningún ciudadano,  sería expulsada,  no tendría lugar y quedaría sin oficio ni beneficio.

El Insalud no va a dar la libertad para un proyecto común medicos– pacientes (de abajo a arriba)  y la mejor manera de que esto no llegue nunca a suceder, es pararlos en la estación anterior:  “que se peleen entre ellos”.  Mientras,  yo me río; eso si con disimulo, porque si no, no es políticamente correcto; y digo: “en realidad estamos tremendamente preocupados, todos nuestros esfuerzos van encaminados a conseguir una asistencia cada vez mejor, más universal y de mayor calidad, etc, etc” ……….Cinco mil etcs.

2) Cuando una Institución tiene descontentos a la práctica totalidad de sus clientes,  aquéllos a los que van destinados sus servicios, no vale meterse con “el personal” y decir que si ellos…ésto o aquéllo. A eso se le ha llamado siempre “rebotar la pelota” o “marear la perdiz”. Y actualmente consiste en una, antes rara habilidad, que ya posee la mayor parte de la población ( pues que la corrupción es altamente contagiosa)   de invertir o girar la cuestión, de modo que quien presenta una reclamación justificada y de formas correctas, puede, suele, hallarse de repente en el papel de culpable en vez de en el de perjudicado. Yendo a soluciones reales, las ideas sencillas y baratas son las mejores: “una asegurada dice que lo mismo que ella debe llevar un volante, el médico debe darle otro (con su nombre)  para que ella describa tras el acto médico su mayor o menor grado de insatisfacción; y que este grado repercuta en los honorarios del médico, a más o a menos”. Lo tiene perfectamente organizado: ¡Pónganse sus mercedes en contacto con ella!

3) Comprendo bien que estas reflexiones son políticamente incorrectas. Comprendo también que difícilmente pueden ser hechas por los asalariados del Insalud. Muchos de ellos en precario, otros con derechos duramente adquiridos y todos con miedo a las represalias si se habla claro.
En realidad nos hallamos ante un Insalud que es una especie de segundo ejército, con rígidos escalafones y conductos reglamentarios, donde la mayoría obedece órdenes y no puede o no quiere, parase a pensar en la sensatez o racionalidad de las mismas. Donde nadie da la cara ante las justas reclamaciones, donde todo el mundo dice ser un mandado y…. ¿qué quiere Vd que haga yo?  y  donde nadie representa a la institución y por ello niega que te puedas dirigir a él razonablemente. ¿A quien va a dirigirse el asegurado sino a quién le está atendiendo?

4) ¿Y como extrañarnos de esto?   El Insalud tiene un poder de contratación  absolutamente mayoritario y quiere “empleados” dóciles a su política. No desea sanitarios pensantes, razonantes, intervinientes, sensibles a los problemas que genera una asistencia muy deficiente y una falta de respeto por el asegurado  (causada esencialmente por el sistema) tan sistemática como implícita;  quiero decir,  un trato solo formalmente correcto y no siempre, y una atención que te hace sentir que ni te miran a la cara;  y a veces es que ya no te miran,  sino que prefieren entenderse con su ordenador,  que es con el que tienen que cumplir los formulismos.  Desea  gente sumisa (confunde “eficiente con sumisa” y  “resolutiva con productiva”)  y que no cree problemas; no desea trabajadores participativos ni pensantes, desea peones de cadena de trabajo; y eso en Medicina:  “es imposible y además no existe”.  Por eso deja de ser Medicina y se convierte en un Ministerio más con sus funcionarios, en este caso mayoritariamente desbordados, pero funcionarios al fín en el mal sentido del término, y que están con frecuencia más atentos a sus problemas que al buen desempeño de un trabajo que siempre fue gratificante y envidiable, cuando hubo tiempo para hacerlo con calma, humanidad y respeto.
¿Y como extrañarnos de esto de nuevo?  Además del infinito poder represivo, coercitivo, retaliativo con que cuenta, el Insalud  tiene los dos comodines.

5) Los dos comodines. Con el primero ha conseguido domar a sus trabajadores asalariados haciéndolos pasar por diferentes estatus, dificultades, inseguridades laborales etc, etc, hasta dejarlos tan agotados y al fin tan contentos del estatus alcanzado que harán cualquier cosa menos alterar el sistema; no vaya en un caso a caérseles el pelo o en otro a hacerles perder privilegios. Harán cualquier cosa menos pensar con libertad y con coherencia y expresarlo:  eso se ha convertido en algo tan peligroso, de muy diferente manera, como lo fue en la dictadura.
Con el segundo ha ido todavía más lejos y es el propietario de toda línea de formación, especialización o capacitación  posterior a las titulaciones. Dicho más claro: La Empresa ya no tiene que esperar a contratar los servicio de un especialista para empezar a modelarlo “a su gusto” puede hacerlo ya mientras lo especializa.  Dejando en muy segundo término la enseñanza y los conocimientos requeridos,  desea formar un trabajador para la empresa, fuera ya de toda libertad de cátedra, dentro de los planes empresariales y políticos. Ninguna empresa resistiría esta tentación y el Insalud menos. Pero además no tiene competencia. Ha conseguido el monopolio  total de las especializaciones y en gran parte de las titulaciones.  En mi opinión las consecuencias de esto son devastadoras para la Medicina en general   y para médicos y pacientes en particular. Y para nada son ajenas sino en gran parte responsables de la mala atención de que nos ocupamos. Médicos faltos de libertad y criterio es lo que está produciendo este sistema;  médicos a los que se inocula desde pequeñitos que el paciente es su enemigo,  no el objeto de su vida laboral. Médicos que, dentro de poco saldrán ya clonados. Médicos a gusto del empresario: como no puede ser de otra manera cuando, las actuales circunstancias son  dadas por normales y generalmente aceptadas con un simple:  “ASI SON LAS COSAS”

Mi conclusión general es que la citada agresividad de los pacientes que estamos debatiendo como problema e incluso invocando como una causa de un descenso de la calidad de la asistencia médica, no es tal causa sino efecto de la citada desasistencia. Nos hemos cargado la Medicina entre todos. Sin trato humano sin auténtica,  reposada y gratificante relación medico-paciente, no hay Medicina que valga. Y ya le pueden Vds. meter tecnología a toneladas, barcos de farmacología y trenes de inteligentes discursos como el control de calidad, la productividad y el ratio, porque son el ratio de nada.
Y como nos la hemos cargado, digamos por lo menos noblemente que los primeros culpables de este desastre han sido todos y cada uno de los sucesivos gobiernos al cargo y sus centenares de cargos políticos tanto designados como encubiertos.
Los segundos culpables, a varios cuerpos de distancia y en parte también víctimas, somos los médicos y el personal sanitario en general, con muy diferentes grados de responsabilidad según cargo, biografía y poder real.
Y en tercer lugar, tengamos la decencia de no confundir con culpables a todo un colectivo de asegurados, porque un 1/100.000 (los famosos 300) sean personas delincuentes, malévolas, peligrosas o dementes…. que con esos porcentajes no se acusa a ningún colectivo o bien ninguno quedaría en pié. Fuera de esos 300, mayormente  el personal protesta, claro que protesta, con moderación  (en cantidad, pues que la mayoría se calla, y en calidad, que no se insulta tanto) y con bastante razón.

Para terminar un ruego y una sugerencia a mis colegas médicos y enfermeras.  
La sugerencia: que pasen dos horas en una sala de espera donde nadie les conozca y luego otro día cuatro y otro seis y finalmente uno de ocho horas. No, no crean que es ninguna penitencia (Vds. no han hecho nada malo)  es que creo sinceramente que enriquecerán y cambiaran substancialmente,  sus opiniones acerca del tema. Particularmente la estancia de ocho horas. No pueden Vds. imaginar las ideas que se le ocurrieron a este colega,  que ya ha experimentado lo que les recomienda, pasada la sexta. Nada que ver con los días de 2, 4 ó 6 horas (que ya fueron muy interesantes)  no, esta vez eran ideas francamente peligrosas, de matiz agresivo, de vinculación absoluta con el colectivo de pacientes y ya, lamentable pero inevitablemente, sin matización ninguna de comprensión o tolerancia hacia el cuerpo médico. A partir de un momento dado , lo vivido, no admite ya diálogos, matizaciones o excusas, ni cambios de tema o de interlocutor; todo suena a falso, a falta de un mínimo interés, a demagogia pura: porque sin atención, comprensión ni solución, lo es.

La mayoría de los médicos y profesionales sanitarios carece totalmente de la auténtica experiencia de “asegurados” y esto por la simple razón de que, sabiendo con claridad de las deficiencias del sistema y lo que les espera, usan su condición y buscan, sistemáticamente, ser atendidos por colegas que les proporcionan una vía más cómoda, más rápida y de auténtica atención. Ellos en su día devolverán el favor. Y de este modo,  que comprendo y no critico,  los profesionales de salud no tienen en general  “ni la menor idea de lo que puede llegar a padecer el asegurado”,  pues evitan cuidadosamente conocer y experimentar el trance “a pelo”.

El ruego, es el de que no se confundan ni me confundan. Puedo reconocer en sus quejas y manifestaciones una intencionalidad verdaderamente benéfica y absolutamente de recibo; aunque como es patente pienso de forma complementaria y algo diferente. Espero para mí, la misma benevolencia, aunque mis razones no fueran de su agrado. Tienen Vds. todo mi respeto, no hay nada de personal en mis manifestaciones. No me mueve otro interés que la importancia de este asunto.